Hay un viejo dicho que dice: “No puedes dar lo que no tienes”. Ya sea en el ámbito material, físico o espiritual, es fundamental mantenernos en buen estado de salud.
Los bienes materiales son una bendición de Dios, ya que nos permiten vivir sin la carga constante de preocuparnos por “tener suficiente”. Estos bienes deben usarse adecuadamente, primero para el bienestar de nuestras familias y seres queridos, y luego para apoyar otras causas. Después de cuidar a nuestra familia, debemos pensar en la caridad. San Pablo nos enseña que debemos dar solo lo que podemos dar, ni más ni menos. Lo importante es dar desde el corazón, no el tamaño del regalo.
El cuidado responsable de nuestro físico también es importante, ya que nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo. Por ello, debemos respetarlos y no ser frívolos con nuestra salud. Mantener una rutina de comidas nutritivas y ejercicio regular, en la medida de lo posible, nos ayudará a conservar una buena salud. Los malos hábitos y la indulgencia excesiva pueden causar daños significativos al cuerpo, por lo que es fundamental evitarlos.
De igual o mayor importancia es cuidar nuestra alma. Sin embargo, esta mayordomía es la que muchos tienden a olvidar. La fortaleza espiritual nos ayuda a mantenernos humildes y santos, y nos da la capacidad de apoyar a otros que enfrentan dificultades. La oración diaria, la lectura de las Escrituras, la asistencia a la misa dominical y la confesión regular forman la columna vertebral de una vida espiritual saludable. Hacemos tiempo para tantas cosas en nuestras vidas que debemos dedicar también tiempo a la relación más importante de todas.
Hay una diferencia entre ser egoísta y practicar el autocuidado. Si solo pensamos en nosotros mismos y en lo que es bueno para nosotros, estamos siendo egoístas. Sin embargo, si me tomo el tiempo necesario para cuidarme material, física y espiritualmente, podré servir a los demás como lo hizo Jesús y ser un buen mayordomo para ellos.
Solo tenemos una vida para vivir; con una buena mayordomía, podemos hacer que realmente valga la pena.