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La humildad de la encarnación Franciscan Mission Associates (FMA) -
Humildad

La humildad de la encarnación

En la reflexión de la semana pasada, dijimos que parte de la capacidad de Dios para ser humilde radica en el conocimiento que tiene de la naturaleza humana. Antes de crearnos, ya sabía cómo seríamos. Fuimos hechos a su imagen, y eso incluye el libre albedrío, la capacidad de elegir entre el bien y el mal. Dios sabía esto antes de que la creación existiera, y aun así eligió libremente crear el universo, y con él a la humanidad. Y también sabía que la humanidad pecaría. Para Dios, es más importante que seamos libres que que seamos obedientes, aunque desea que seamos ambas cosas.

Esa libertad nos permite amar (lo cual significa desear el bien del otro). Amar no se trata de lo que sentimos, sino de lo que elegimos. Sin libertad no podríamos pecar, pero tampoco podríamos amar.

El conocimiento que Dios tiene de la naturaleza humana dio lugar al gran acto de amor que llamamos la Encarnación. El Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, vino a la tierra de forma libre y amorosa, y unió la naturaleza humana a su naturaleza divina. Vivió una vida verdaderamente humana. Gozó del mismo libre albedrío que nosotros, pero nunca pecó. Conocía la naturaleza humana caída, pero también sabía cuál era la intención original de Dios, y vivió de acuerdo con El, eligiendo siempre el bien.

¡Qué humildad tan grande! Dios conocía perfectamente la naturaleza humana y aun así hizo todo lo posible para asegurarse de que pudiéramos vivir eternamente, a pesar de nuestras malas decisiones.

Cada pecado que comete la humanidad es una ofensa infinita contra la bondad de Dios. ¡Y son muchos los pecados! Y como nosotros no somos infinitos, no podemos ofrecer nada que realmente repare el pecado. Dios también sabía esto. Por eso Jesús, quien en su naturaleza divina es infinito, vino al mundo y, aunque sin pecado, pagó un precio terrible por el pecado para que nosotros pudiéramos ser purificados.

El conocimiento que Jesús tenía de la naturaleza humana lo llevó a la humildad.

Esta semana, intentemos ser humildes conociéndonos a nosotros mismos como Dios nos conoce, y recordando que los demás también son conocidos y amados por Dios.