Presencia: el regalo de entregarse a los demás

Todos los libros sobre crianza destacan que nada puede sustituir el valor de estar verdaderamente presente con los hijos. El regalo de uno mismo se manifiesta al prestar atención, escuchar con el corazón y los oídos, compartir tiempo juntos, asistir a la iglesia en familia, orar juntos y escuchar las oraciones de los hijos.

Hoy en día, sabemos que dar de uno mismo no es algo de lo que se hable o se fomente con frecuencia. A menudo, recae en los padres y adultos la responsabilidad de enseñar a los niños una “ética laboral” en todo lo que hacen. Con el tiempo, los fines de semana, las noches y cualquier momento que podría dedicarse a fortalecer una relación, terminan siendo ocupados persiguiendo ambiciones y huyendo del temor a quedar obsoleto. Sin embargo, esa imagen del adicto al trabajo no contribuye al crecimiento espiritual ni lo convierte en un modelo a seguir exitoso para sus hijos.

Los niños desarrollan su carácter cuando tienen la oportunidad de ser parte de su vida: al ver cómo cuida a un pariente o vecino anciano, dedica tiempo a la oración, participa en la adoración o apoya a su parroquia. En las pocas horas libres fuera del trabajo, es importante hacer un esfuerzo especial por pasar tiempo con la familia, ya sea con sus padres, sus hijos o su cónyuge.

Dios también desea el regalo de nuestra presencia. Él quiere que dediquemos tiempo a estar con Él, pensar en Él y encontrar maneras de vivir en Su presencia. Sin duda, es más fácil decirlo que hacerlo. Los santos a menudo describían su tiempo con nuestro Señor como “perder el tiempo con Dios” reflexionando sobre Él. Sin embargo, lo más importante es comprender y enseñar a nuestros hijos y nietos que siempre vivimos en Su presencia. Él está con nosotros mientras esperamos en la fila para el café, mientras lidiamos con el tráfico camino al trabajo o cuando consolamos a alguien que está perdido o ha perdido a un ser querido.

Priorizar nuestras relaciones terrenales y eternas debe ser más importante que el tiempo dedicado a la televisión, los teléfonos inteligentes o las tabletas. Debemos dar la bienvenida a la presencia misteriosa y personal de Dios en nuestros corazones, permitiendo que esa relación creciente con el Señor nos transforme y guíe nuestras vidas.

Sorprendentemente, tendremos MÁS tiempo para nuestras relaciones más importantes cuando pongamos a Dios en el centro de nuestras vidas. Él nos recordará que entregarnos a los demás es lo que realmente nos brinda alegría y paz.

Las maneras de fortalecer nuestra relación con Dios son tan diversas como nosotros mismos. Intente asistir a la misa diaria, que generalmente se celebra al mediodía, o aproveche su hora de almuerzo para hacerlo. ¿Qué le parece rezar una década adicional del rosario cada noche, con una intención especial en su corazón? Estas son solo algunas formas de hacer que Dios sea una parte central de su vida cotidiana.

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