La historia de San Peregrino
El rebelde que se convirtió en Santo
Peregrino Laziosi (1265-1345) nació en Forli, Italia, hijo único de una familia pudiente. En su adolescencia, se unió a los enemigos del Papa en su ciudad natal y pronto se convirtió en cabecilla de los rebeldes.
El Papa Martín IV colocó a Forli en un interdicto espiritual, que provocó el cierre de las iglesias en la ciudad, con la esperanza de hacer entrar en razón a sus ciudadanos. Tras el fracaso de esta medida, envió a Felipe Benicio, de la Orden de los Siervos de María, como su embajador personal para intentar llevar la paz a los furiosos rebeldes
Sin embargo, el delegado papal no fue bien recibido. Mientras se dirigía a una multitud disconforme, fue arrastrado, golpeado con garrotes y apedreado. Peregrino lo derribó con un fuerte golpe en la cara. Poco después, afligido por el remordimiento, el joven se echó a los pies del lastimado y sangriento cura pidiendo perdón, que le fue otorgado con una sonrisa.
Posteriormente, se convirtió en defensor incondicional de Felipe Benicio. Seguía las sugerencias de Felipe y, con frecuencia, oraba en la capilla de Nuestra Señora, en la Catedral. Mientras se encontraba arrodillado, tuvo una aparición de la Santa Madre sosteniendo en sus manos un hábito negro, como el que llevaban los Siervos de María. «Ve a Siena», dijo María al asombrado Peregrino. «Allí encontrarás hombres devotos que se hacen llamar mis Siervos. Únete a ellos».
Los Siervos de María le ofrecieron una cálida bienvenida. El propio Felipe Benicio lo vistió ceremoniosamente con el hábito religioso.
Uno de los lemas de Peregrino como Siervo de María podría haber sido: «¡Hoy mejor que ayer, mañana mejor que hoy!». Intentó cada día convertirse en un religioso más ferviente. Para expiar sus pecados, se trataba con severidad y se esforzaba por ayudar a los pobres y a los afligidos.
Comenzaron a llamarlo «Ángel del Buen Consejo», en agradecimiento por sus sabios consejos.
Luego de ordenarse sacerdote, fundó en Forli un monasterio de los Siervos de María. Años más tarde, le apareció un tumor cancerígeno en el pie derecho. Era tan doloroso que finalmente accedió a que el cirujano se lo amputara.
La noche previa a la cirugía, Peregrino rezó durante horas. Luego se adormeció y soñó que Cristo lo tocaba y curaba su pie. La emoción lo despertó. Bajo la tenue luz de la luna, vio que su pie, que había sido cuidadosamente vendado unas horas antes, estaba completamente curado.
Los forlineses lo admiraron aún más al enterarse de su cura milagrosa. Cuando estaban enfermos, apelaban a sus oraciones. Algunos se curaban cuando él les susurraba «Jesús» al oído. Desde entonces, la Iglesia lo ha designado patrón de las personas con cáncer, dolencias en el pie o cualquier enfermedad incurable.
Peregrino murió el 1 de mayo de 1345 y fue canonizado en 1726. Miles de visitantes le rinden especial homenaje el 1 de mayo de cada año.