La historia de Santa Dymphna

Dymphna era hija única de un rey pagano que habría gobernado una parte de Irlanda en el siglo VII. Era el vivo retrato de su atractiva y joven madre Cristiana.

Al morir la reina, aún muy joven, el corazón de su viudo quedó sin consuelo. Sus tristes silencios lo llevaron al borde de la locura. Los cortesanos le sugirieron que considerara un segundo matrimonio. El rey aceptó con la condición de que su nueva esposa fuera exactamente igual a su primera esposa.

Sus mensajeros viajaron lejos en busca de la mujer que él deseaba, pero no la encontraron. Luego, uno de ellos tuvo una brillante idea: ¿por qué no casarse con su hija, el vivo retrato de su madre?

El rey rechazó la idea, pero luego accedió y se lo comunicó a su hija. Dymphna, consternada, se mantuvo firme como una roca y se negó rotundamente. Siguiendo el consejo de San Gerebern, su confesor, huyó del hogar para evitar las consecuencias de su rechazo.

Un grupo de cuatro personas partieron por mar (el Padre Gerebern, Dymphna, el bufón de la corte y su esposa). Al desembarcar en Anveres, en la costa de Bélgica, buscaron un lugar donde vivir. En la pequeña aldea de Gheel, se establecieron cerca de un santuario dedicado a San Martín de Tours.

Posteriormente, espías de su tierra natal llegaron a Gheel y pagaron los gastos de la posada con monedas parecidas a las que Dymphna daba al posadero. Sin saber que se trataba de espías, éste les reveló inocentemente su paradero.

El rey llegó a Gheel para el último y trágico encuentro. A pesar de su furia interior, logró controlar su ira. Nuevamente, buscó persuadirla con halagos, la complació e hizo entusiastas promesas de dinero y prestigio. Al fallar, lo intentó con amenazas e insultos, pero esto tampoco conmovió a Dymphna: prefería morir antes que romper el voto de virginidad que había hecho, con la aprobación de su confesor.

Furioso, el rey ordenó a sus hombres que mataran al Padre Gerebern y a Dymphna. Estos mataron al cura, pero no pudieron dañar a la joven princesa.

El rey se levantó de su silla y, con su propia arma, cortó la cabeza de su hija. Dymphna, con apenas 15 años, cayó a sus pies. Su nombre aparece en el Martirologio romano, junto con el de San Gerebern, el 15 de mayo.

En la ciudad de Gheel, en la región de habla flamenca de Bélgica, se rinde gran honor a Santa Dymphna, cuyo cuerpo se conserva en un relicario de plata en la iglesia que lleva su nombre. Gheel es reconocida como lugar de peregrinación para personas en busca de alivio de aflicciones de tipo nervioso o emocional. En este siglo, el nombre de Santa Dymphna como intermediaria celestial para estos beneficios es cada vez más venerado en América.