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Transmitir bendiciones a las futuras generaciones

Transmitir bendiciones a las futuras generaciones

En su Cántico de las Criaturas, San Francisco de Asís alabó a Dios por todas las partes de la creación. Veía la tierra como una madre, y a todos los seres vivos como hermanos y hermanas. Cuando se encontró con un lobo feroz en el pueblo de Gubbio, lo domesticó simplemente llamándolo y tratándolo como “hermano lobo”.

En el primer relato de la creación del Libro del Génesis, Dios dice a nuestros primeros padres: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los animales que se mueven sobre la tierra.” Este es el primer llamado de Dios a la buena administración. Nos permite usar las bendiciones que nos ha dado, pero no para destruirlas. Hay una armonía y un propósito en la creación que deben ser respetados.

A lo largo de la historia, la humanidad ha abusado, en ocasiones, del dominio sobre la creación. En nombre del progreso, hemos destruido recursos. Esto sucede cuando confundimos el dominio con el control absoluto o la propiedad.

Los Salmos nos recuerdan: “Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella.” Nosotros solo somos administradores de aquello que estamos llamados a usar con sabiduría y a cuidar, para que las futuras generaciones puedan heredar una tierra sana y hermosa, y ejercer también su dominio con responsabilidad.

El progreso es algo maravilloso. Ha hecho nuestra vida más cómoda, ha creado tecnología que pone el mundo a nuestro alcance y ha ampliado nuestro conocimiento del universo. Pero el progreso debe estar equilibrado con el cuidado de la creación de Dios. Ese equilibrio puede ser difícil, sí, pero si pensamos en las generaciones futuras, es posible alcanzarlo.

Esta semana, reflexionemos sobre cómo el uso que hacemos de los recursos puede beneficiar a quienes vendrán después de nosotros.