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¿Poseemos o administramos?

¿Poseemos o administramos?

La sociedad norteamericana es particularmente consumista. Nuestro enfoque en la riqueza material se infiltra en nuestra cultura y en nuestras relaciones interpersonales. A menudo juzgamos —y somos juzgados— por la cantidad de dinero que tenemos o por el número y el valor de nuestras posesiones. ¿Quién tiene el mejor auto? ¿La casa más grande? ¿La ropa más elegante?

Para un cristiano, es importante trabajar, ganar el sustento y proveer para uno mismo y la familia. Pero vivimos con la mentalidad de que no somos verdaderos dueños de estas cosas. Más bien, Dios nos las ha confiado para nuestro uso mientras estamos en la tierra. La riqueza en sí no es algo malo, pero debe entenderse y usarse correctamente.

Pensemos en la parábola en la que Jesús habla del hombre rico que tiene una cosecha tan abundante que no puede almacenarla. El hombre decide construir graneros más grandes para guardar el grano y así poder vivir cómodo durante muchos años. Pero Dios interviene y lo llama necio, porque esa misma noche morirá, y entonces, ¿quién se quedará con todas sus posesiones? Todo ese grano se desperdiciará, cuando pudo haberlo usado para el bien.

Un administrador no es dueño de los bienes que tiene. Los gestiona. Los utiliza. Los cristianos estamos llamados a usar los dones de Dios de manera que beneficien a otros, además de a nosotros mismos. Legalmente, poseemos cosas, pero espiritualmente, todo es un regalo.

Esta semana, miremos lo que tenemos y preguntemos: ¿estamos siendo buenos administradores de lo que Dios nos ha dado?