Siempre podemos aprender más: cómo mantener la fortaleza espiritual en nuestros años dorados

Como sociedad, la humanidad está envejeciendo. Se espera que, en los próximos diez años, el número de personas de 60 años o más a nivel mundial aumente un 38%, pasando de mil millones a 1,4 mil millones, superando en número a los jóvenes. Como resultado, muchos científicos e investigadores están estudiando el proceso de envejecimiento para comprender cómo es la vida para aquellos que «avanzan bien en años». Estos estudios tienden a centrarse en los efectos físicos, emocionales y psicológicos del envejecimiento.

También es importante reflexionar sobre la espiritualidad del envejecimiento y cómo nuestra relación con Dios evoluciona a medida que avanzamos en edad. Muchas personas se esfuerzan por mantener una relación íntima con el Señor a lo largo de sus vidas. Esto puede lograrse mediante una rutina diaria de oración y esforzándose por amar a Dios y al prójimo, tal como nos enseñó Jesús. Estas cosas aseguran una vida espiritual saludable y crean un sentido de comunidad.

Sin embargo, a medida que envejecemos, nuestra capacidad de «hacer» se ve limitada por la disminución de nuestras habilidades físicas. Comenzamos a enfrentarnos cada vez más con nuestra propia mortalidad a medida que la realidad de la brevedad de la vida se hace más evidente. A medida que vamos perdiendo amigos y seres queridos y experimentamos nuestro propio declive, pensamos más en nuestra partida de esta vida y contemplamos cada vez más lo que puede suceder al final de nuestra existencia terrenal.

El envejecimiento requiere que ejerzamos otro tipo de fortaleza y perseverancia. A medida que nuestros cuerpos envejecen, es fácil caer en la tentación de descuidar nuestra vida espiritual. Puede resultar difícil asistir a misa y recibir la Eucaristía, o encontrar la energía para realizar los ejercicios espirituales que solíamos practicar. A pesar de nuestras mejores intenciones, podemos sentir que nuestra relación con Dios se debilita.

Pero hay varias cosas que podemos hacer para evitar eso.

Primero, reserve tiempo para orar en silencio todos los días. Hacerlo por solo 10 o 15 minutos puede marcar una gran diferencia.

A continuación, utilice frases inspiradoras para superar los momentos difíciles. Frases cortas como “Mi Jesús, misericordia” o “Jesús, confío en ti” pueden ayudarle a mantener el enfoque en el Señor a lo largo del día.

Divida algunos de nuestros ejercicios espirituales. Por ejemplo, puede rezar una década del rosario en distintos momentos del día si le resulta difícil completarlo de una sola vez.

Finalmente, si no puede asistir a misa, considere verla por televisión y averigüe si su parroquia ofrece un servicio de comunión para aquellos que no pueden salir de sus hogares.

El cardenal Terence Cooke, ex arzobispo de Nueva York, expresó en su libro “Thy Will Be Done (Hecho sea tu voluntad)”, escrito antes de su fallecimiento a causa del cáncer, que estaba seguro de que, al envejecer o enfermar, dedicaría sus días a la oración. Sin embargo, admitió que, cuando llegó el momento, no sintió el deseo de orar. Mantener nuestra relación con Dios durante nuestros años dorados puede resultar difícil, pero es necesario. Oremos ahora para que el Señor nos conceda la gracia de perseverar hasta el final.

Ghebreyesus, T.A. (2021). “Para transformar el mundo, y hacer de él un lugar mejor donde envejecer, se necesitan conocimientos”. Nature Aging 1, 865 (2021). https://doi.org/10.1038/s43587-021-00120-9

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