Reflexiones franciscanas semanales
Inicie cada semana con una reflexión franciscana sobre cómo el Evangelio, San Francisco y las historias bíblicas pueden enriquecer su vida diaria.
Reflexión para la semana del 2 de Noviembre de 2025
Soberbia: lo opuesto a la humildad
En semanas anteriores, hemos explorado el significado de la humildad. En resumen, es la cualidad de vernos a nosotros mismos como Dios nos ve.
Hoy reflexionamos sobre lo opuesto a ser humildes. La Biblia nos dice que eso es la soberbia. En las Escrituras, la soberbia se refiere al amor propio excesivo o a una actitud de independencia respecto a Dios. Se considera un pecado.
Como cristianos, estamos llamados a reconocer que todo lo que tenemos, la vida, la salud, las bendiciones materiales y los talentos, son dones que nos ha dado un Dios amoroso. Nos pertenecen para ser utilizados, y la soberbia se manifiesta en cómo los usamos y en lo que pensamos acerca de su uso.
Si alguien merecía sentirse orgulloso de sí mismo, era Jesús. Todo lo que hizo durante su ministerio fue digno de admiración. Sus enseñanzas, sus milagros, las sanaciones que realizó e incluso el haber resucitado personas de entre los muertos sin duda le daban razones para tener un concepto elevado de sí mismo, y sin embargo, nunca lo hizo.
Las Escrituras nos dicen que Jesús se sometió a la voluntad del Padre. Enseñó lo que el Padre quería que enseñara y confió en el poder del Padre para realizar milagros. Aunque era Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, la Carta a los Filipenses nos dice que “no consideró el ser igual a Dios como algo a lo cual aferrarse”. Practicó la verdadera humildad y evitó la soberbia pecaminosa.
Nosotros también estamos llamados a evitar el pecado de la soberbia. Reconocer que Dios es el autor de todas las cosas, que Él es quien nos da la capacidad de hacer todo, nos ayudará a mantenernos verdaderamente humildes.
Durante esta semana, tomémonos un tiempo para examinar cuánto amor propio tenemos y cuánta es nuestra dependencia de Dios, y así discernir si la soberbia se ha interpuesto en lo que Dios quiere que hagamos.
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