En semanas anteriores, hemos descubierto las definiciones de humildad y soberbia. Ahora podemos reflexionar sobre cómo interactúan entre sí.
Ser verdaderamente humildes, vernos como Dios nos ve, nos ayuda en nuestra vida espiritual. Ser soberbios, en el sentido de tener un amor propio excesivo o vivir con independencia de Dios, perjudica nuestra vida espiritual. Como es habitual, sin embargo, estos asuntos no son tan simples.
Sentirse “orgulloso” también puede significar tener un sentido positivo y digno de autoestima. ¿Cuál es entonces la diferencia entre la soberbia pecaminosa y el orgullo legítimo? Cuando sentimos un orgullo legítimo, respetamos la dignidad y los logros que provienen de Dios. La soberbia pecaminosa, en cambio, ignora el papel de Dios en nuestras vidas y nos lleva a querer recibir el crédito por todo lo que logramos.
En su juventud, san Francisco experimentó una soberbia pecaminosa. Reconocía la existencia de Dios, pero deseaba ser un guerrero famoso, cuyos logros militares fueran reconocidos por todos. Después de su conversión, Francisco se liberó de ese tipo de soberbia. Se volvió humilde, viéndose a sí mismo como Dios lo veía, y también manifestó una actitud positiva y digna de autoestima, porque sabía que había sido creado a imagen de Dios y que todos sus dones, sus éxitos, etc., venían de una fuente divina.
Francisco también tenía una capacidad maravillosa para reconocer la dignidad de los demás. Este don, también dado por Dios, se manifestó por primera vez en la famosa historia de su encuentro con un leproso, a quien abrazó y besó, un acto que antes de su conversión le habría resultado repulsivo.
Francisco nos muestra cómo podemos tener humildad y orgullo al mismo tiempo, si entendemos ambos conceptos correctamente. La falsa humildad (pensar poco o nada de uno mismo) y la soberbia excesiva (vivir separado de Dios) pueden dañar nuestra vida espiritual. La verdadera humildad y el orgullo legítimo nos ayudan a reconocer nuestro lugar en la creación de Dios y a cumplir su voluntad en nuestras vidas.
Esta semana, seamos conscientes de nuestros sentimientos de orgullo y humildad, y corrijamos cualquier caso de soberbia pecaminosa o de falsa humildad.










