En nuestras reflexiones semanales de este mes, nos enfocamos en la corresponsabilidad cristiana, comenzando hoy con el significado de ser buenos administradores.
En la vida cotidiana, un administrador o azafata es alguien que cuida de nuestras necesidades, como en un avión o en un crucero. Pero en su raíz, la palabra “administrador” se refiere a una persona que gestiona los bienes que pertenecen a otra.
En el Evangelio de Lucas, Jesús cuenta la parábola del “administrador astuto” que malgasta los bienes de su señor. El administrador debería cuidar de ellos y usarlos de forma adecuada, pero no lo hace.
La riqueza, los recursos naturales, los avances científicos y tecnológicos forman parte de nuestra experiencia de vida. En sí mismos, estos bienes son buenos, pero pueden integrarse tanto en nuestras vidas que dejamos de valorarlos, y cuando eso sucede, corremos el riesgo de mal usarlos. Podemos olvidar que son dones dados para hacer el bien y para acercarnos más a Dios. Todo lo administramos para Dios, y al olvidarlo, también olvidamos que somos simples administradores de esos dones.
Al acercarnos a los meses de verano, con la esperanza de disfrutar un tiempo de descanso y de la belleza natural de la creación, reflexionemos sobre cómo podemos ser los mejores administradores posibles de los dones de Dios.









